jueves, 3 de enero de 2013

Lo dicho

La historia que sigue me la contaron hace un rato, en primera persona. Si muchas otras personas me contaran diariamente cosas así, escribir ficción sería un tanto más sencillo. O mejor todavía: no se podría escribir ficción. 

"Esa tarde mi madre estaba un poco peor de salud. Acostada en la cama, me pidió si por favor le preparaba un té. Fui a la cocina, puse agua a calentar. Cuando volví a la habitación, la veo que inclina la cabeza hacia un lado entrecerrando los ojos. No sé por qué le grité: ¿¡Vos no te estarás muriendo, no!? Mi madre abrió los ojos, sonrió: ¡Pero no, che! Fui a la cocina, preparé el té. Cuando volví a servírselo, mi madre estaba muerta".