martes, 6 de agosto de 2013

Vení

Le dije: 
-- Vení, tenemos que hablar de hombre a hombre. 
-- ¿Qué es de hombre a hombre?
--Vos sos hombre, yo soy hombre, tu mamá es mujer, la tía es mujer, Facu es hombre, Augusto es hombre, Josefina es mujer... así, ¿entendés?
-- Si. ¿Y qué querés hablar de hombre a hombre?
--Mirá, Valentino. Tenés que hacer caca. No puede ser que te pases 5 días sin hacer caca y hagas semejante escándalo. No es feo hacer caca, es lindo. Si no hacés te va a hacer mal y te voy a tener que llevar al médico.
--¿Y eso querías hablar de hombre a hombre?
--Si.
Me miró desde sus cuatro años recién cumplidos (acá me obliga un narrador omnisciente) y pensó: "éste es un pelotudo". Lo adiviné en su mirada. No dijo nada más. Yo menos.

L.P.

La luz

Hoy estaba parado en la vereda de mi casa. O sea bien parado sobre la entrada de mi casa. O sea que cualquiera se daba cuenta de que esa era mí casa, de que no estaba ahí por casualidad. Intento dejar esto bien en claro por lo siguiente: llega un cartero, deja la bicicleta en la calle, me rodea para pasar sin empujarme, abre la reja, camina hasta la puerta y tira por debajo una boleta. Ni buenas tardes, ni hola, ni permiso, ni chau. Luego vuelve hacia la bicicleta. 
"¿¡Qué repastís!?", le pregunto antes de que se vaya. 
"La luz", responde medio gritando porque ya estaba lejos. "La luz", así, como ironizando. 
Raro, ¿no? Digo: que alguien que reparte luz sea tan apagado y sombrío.

L.P.