jueves, 7 de octubre de 2010

Merecidamente



Al momento de haber hecho la impresora la primera copia, retumbó en la sala un golpe seco y apagado desde la puerta. Pensé en el perro. Había escrito tres horas sin descanso ni anteojos, había sufrido los porfiados intentos del protagonista de escaparse del hilo que intentaba llevar la historia, había releído cada página al menos ocho veces, y todo soportando el sueño queriéndome tumbar sobre el escritorio y la computadora. Ahora golpean la puerta, ahora la abro y el sujeto con cara redonda, hinchada y tirante con una sonrisa de mejilla a mejilla me extiende el brazo y me pide una copia. No entiendo. “La copia del cuento”, me dice: “quiero la copia antes de que vengan los otros”. Sospecha mi negativa. Entonces el tipo entra corriendo, resbala sobre el felpudo, se rompe los huesos contra el filo de la estufa. Como un agua viva se desparrama en el suelo. “¿Adónde está!?”, grita, “¡quiero el cuento!”. Al levantarse ha visto —al otro lado de la mesa—, la impresora con las páginas, y un segundo más tarde las toma y corre hacia la calle. Se pierde en el sol de afuera, en el ancho de la vereda. Cierro la puerta asustado.
Sin saber por qué, hago otra copia del cuento. Snik, snik, snik. Al parecer otra persona ha golpeado la puerta mientras la máquina trabajaba, porque cuando la novena página cae sobre el escritorio, la puerta que se rompe y se desploma contra el suelo. Esta vez una mujer es la que sonríe parada sobre lo que fue la puerta vertical, con las manos apoyadas sobre la cadera y respirando trabajosamente. “¡Quiero la copia!” me grita, y voltea para ver más allá de su espalda la calle vacía. “¿No me oís, boludo?”, agrega poniéndose seria, bajando el centro de las cejas, arrugando la nariz. “¿Ésta?”, pregunto tímidamente, y en cuanto levanto las hojas la tengo a la mujer encima quitándome los papeles de un zarpazo. No tropezó en el felpudo en la carrera hacia el exterior, pero sí lo hizo en la escalerita que baja hasta la vereda, y rodando llegó a la calle, adonde en la última vuelta logró incorporarse aprovechando el impulso y salió gritando y revoleando las hojas en la mano alzada.
Con la tercera copia del cuento casi era previsible lo que iba a ocurrir, casi lo sospechaba, así que dejé la impresora largando la copia y me deslicé hasta un rincón. Enseguida vino otro a robar el cuento, con la misma euforia que los anteriores, y a ese le siguieron otros desquiciados. Perdí la cuenta. Sospeché que a esas alturas cada boludo inculto del mundo tendría una copia de mi obra sobre la mesita de luz. Lejos de eso ocurrió que yo dormía y soñaba, la cabeza sobre el teclado de la computadora.
Mientras tanto el viento entrando por la ventana levantó por los aires las nueve hojas que se fueron por la misma abertura hasta la alcantarilla de enfrente y se hundieron, merecidamente, en el agua podrida.

L.P.

8 comentarios:

Mamen dijo...

No sé si los demás leerán tu cuento de nueve hojas pero a mi me gustaría hacerlo, si es que el sueño guarda un ápice de realidad, aunque puede ser que ya lo esté haciendo y lo soñado sea lo escrito.
Un gusto leerte.

Jesús Garrido dijo...

buen mono, aunque prefiero mi conejo blanco

EvaonmyMind dijo...

Te leo y te releo y pienso en que tal vez ese cuento, esa historia era tan bonita que no podía esperar en la impresora, tenía que salir y volar, y quedarse en otras cabezas y otras manos.

Tal vez era un cuento de carácter rebelde, de esos que se quieren marchar de casa antes de cumplir la mayoría de edad :)

Tal vez ese cuento sea este mismo cuento que estoy leyendo ahora en mi pantalla...

Me gusta tanto leerte... y me encantan sobre todo los finales de tus historias. Impactantes, sorprendentes, de esos que te dejan parada y muda por unos instantes.

Mil besos Lucas y buen findesemana.

Anónimo dijo...

Y dices q no es necesario escribir autobiografías, che >_<!

Y no puedo estar menos de acuerdo contigo, estimado amigo cloaqueño, al afirmar que esos cuentos son dignos de la más inmunda cloaca ;)

Sigamos soñando, ¡qué carajo!

Besos, Levi <3

Paulo Francisco dijo...

Bom,muito bom!!!!

Pombolita dijo...

¡Qué estrés, amigo...!
Buen cuento, pero la próxima vez , antes que nada, lo registras y así al menos podrás cobrar el copyright, nunca se sabe...

julia rubiera dijo...

PRECIOSO CUENTO, MUCHAS GRACIAS POR COMPARTIRLO. UN BESO DE ESTA ASTURIANA

Chus A. dijo...

Lástima haber despertado, Lucas, estaba yo ya haciendo cola e impaciente .