
Yo lo sabía. Ustedes me dirán lo que quieran, y están en su derecho. Yo sabía que este país es un país grandioso, donde lo absurdo tiene sabor a cotidianidad y donde Alicia se sentiría a gusto o tan a disgusto como en la cueva del conejo. En la sección policial del periódico me entero que en una penitenciaría del sur Argentino, en Neuquén para ser preciso, a falta de personal, apostaban dentro de unos los refugios de seguridad una pelota con una gorra simulando un guardia de carne y hueso. Yo sospecho (todo es posible) que también le habrían puesto al seudo guardia una chaqueta y un fusil. Ustedes, extranjeros, me dirán que en América Latina es “normal” este tipo de cosas. Bueno, yo escuché a Chávez, presidente de Venezuela, explicándoles a sus ciudadanos cómo bañarse en tres minutos para no derrochar el agua, pero juro que en Argentina eso no causa ni gracia ni espasmos. Escritores de ficción hubo, hay y habrá en todo el planeta y en todos los tiempos, pero que se atrevan a escribir la ficción que se escribe diariamente en los periódicos de mi país, con esa prolijidad, con esa conducta, con ese afán por gritar a todos los vientos esta historia es mía, no creo. Y lo peor es que parece ficción pero se llama realidad, una realidad tan absurda que da miedo. Para resumir y ejemplificar: las autoridades de la penitenciaría se creyeron lo del realismo mágico, creyeron que nadie se daría cuenta del engaño y pusieron dentro de la garita una pelota con gorra. Los presos se dieron cuenta del artificio. Habrán dicho: el guardia está muy quieto todo el tiempo, ni fuma ni se rasca la nariz, la cabeza es demasiado redonda, no se come los mocos; o se hace el pelotudo o es un espantapresos. Para ahorrase dudas dos se fugaron. No se habían equivocado. Wilson (mote que le pusieron los presidiarios al guardia en referencia a la mascota de Tom Hanks en El Naúfrago) era un tipo macanudo. Por supuesto, ni se movió. En recompensa salvó su cabeza, que bien se podrían haber llevado para jugar un picadito de futbol en alguna tregua que les diera la huída.
No me digan que no somos los mejores del mundo.
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L.P.