
CLOACA: En sus textos hay asuntos que se repiten. Uno de ellos es el manejo del poder. Parece, cuando uno lee su obra, que el peor ejercicio de poder es el ejercicio arbitrario, enfermizo: el poder hacer con el otro lo que sea.
LAISECA: Sí, es así. No me gusta ese poder. Me gusta la gente que se humaniza. Los Sorias, esa novela de mil cuatrocientas cincuenta páginas, trata, entre muchas otras cosas, sobre la humanización del dictador. El monitor comienza siendo tan malo como los otros jefes de estado: torturador, verdugo, omnipotente, despreciativo de los demás, de las opiniones ajenas, y termina siendo completamente humano sus últimos días. La humanización campea a lo largo de toda mi obra, no sólo en Los Sorias.
CLOACA: En alguna ocasión usted ha dicho ser un dictador frustrado: ¿Por qué?
LAISECA: Eso viene de Camilo Aldao, mi pueblo natal. Mi padre era un dictador conmigo. No era frustrado, era un dictador en serio, era Stalin. Entonces hay una amargura de estar siempre bajo la pata, de ser el último orejón del tarro, usted nunca tiene razón, usted está perfectamente equivocado. Eso te produce una suerte de complejo de inferioridad que rapidito se transforma en un complejo de superioridad. Ahora querés ser vos el dictador. El otro día estuve pensando lo siguiente: si se me presentara un hada mala, y me dijera: Ah che, vos querés ser dictador. ¡Te lo doy! Te nombro, por ejemplo, dictador de la Argentina. ¡Eh, hija de puta!, le diría yo, me nombras dictador porque sabés que me van a derrocar a los dos días, un golpe de estado, me asesinan. No, no, me dice el hada. Estás muy equivocado, yo no soy tramposa, yo cumplo, y agrega: no no no no, si alguien se quiere revelar tus fuerzas van a ser lo bastante poderosas como para hacerlos cagar en un minuto, los atentados contra vos no van a dar resultados, no no no no, estás equivocadísimo.
Claro, después descubro cuál es la trampa. Hay trampa. Una sola madre soltera que haya en la provincia de Santa Fe, un solo chiquito desnutrido que haya en Jujuy, yo no puedo dormir, me vuelvo loco de responsabilidad, ¿entendés? Todo está en mis manos. El resultado (y esto el hada maléfica sabía que me iba a pasar): me muero a los seis meses, o antes, pero me muero. Así que mejor que no me concedan eso. Es preferible seguir siendo un dictador frustrado.