martes, 24 de septiembre de 2013

Trámites

Ayer tuve que hacer un trámite en una oficina de mi ciudad. Me habían adelantado que el encargado del papelerío que estaba antes no estaba más, y que ahora había otro tipo que "es un sorete, un soberbio de mierda". Así me dijeron. Me atiende un persona en la puerta, me hace pasar. Ahí estaba el sorete detrás del escritorio, sin mirarme, sin saludarme, me pregunta qué ando buscando. Mal dispuesto, me siento bruscamente en la silla sin que me diera el permiso, le dejo los papeles sobre el escritorio. Agarra los papeles y se pone a leerlos. "Acá faltan cosas. Siempre faltan cosas". "No creo, le digo". Antes de sentarme yo había visto el teléfono sobre el escritorio. Lo busque y lo descubrí encima de unas carpetas. Le digo: "¿Es un Galaxy 4, no? Recién ahí el tipo me miró, como sorprendido: "El celular, digo. Es un Galaxy S4? Me miró por unos segundos, miró el teléfono, me volvió a mirar y se sacó los anteojos. Luego agarró el teléfono: "¿Lo conocés?" "No, le digo. Todavía no me da el cuero". Y empieza: "No sabés lo que es ésto, hace maravillas" Me sorprendió la velocidad con la que el tipo cambió la cara y la actitud. "Mirá, toma, fijate, es una maravilla. Yo tenía un S2 y salté a éste, se puede hacer lo que quieras. Lo único que le falta es preparar café". Se olvidó de mis papeles, de la cara de culo que tenía, se olvidó de todo. Nos pasamos 20 minutos hablando del teléfono, y cuando me iba me dio la mano y sonreía como fascinado. Ahora bien: creo que no hay persona en el mundo, ni una sola, que no tenga un tema de conversación que lo libere de tanto encierro mental. En este caso le pegué entre los ojos y por un instante saqué al hombre de su pozo de mierda. Pero no siempre se tiene tanta suerte.

1 comentario:

Mamen dijo...

Muy inteligente, bien aprovechada la circunstancia.